Mitología
Los primeros dioses del hombre fueron las fuerzas de la naturaleza. Aterradoras e impredecibles, eran temidas más que reverenciadas por nuestros antepasados. Aún cuando gran parte del mundo estaba en la oscuridad, idolatrando crueles encarnaciones de las fuerzas naturales, en un valle en África vivió cierta gente que se animó a vivir una experiencia distinta. Ellos idolatraban dioses que eran bellos, seres iluminados que caminaban por la Tierra, guiando al hombre al paraíso. Tenían formas humanas pero eran muchísimo más poderosos, y, como los humanos, se enojaban, se desesperanzaban, peleaban el uno con el otro, tenían hijos y hasta se enamoraban. Tenían vidas que se parecían mucho a aquellas de los que los reverenciaban.
Por supuesto, también eran dioses para temerles, pero también para amar. Lo que es má, los egipcios disfrutaban hablando sobre los dioses en su mitología. Como los dioses de los griegos y los romanos, los dioses Egipcios parecían estar hechos para contar historias sobre ellos. Las historias se utilizaban para educar, entretener, historias con morales, y en estas historias, los dioses egipcios no parecían tan lejanos e inalcanzables. Era reconfortante escuchar que los dioses también recordaban a aquellos que habían muerto, que los dioses reían y que los dioses enfrentaban los mismos problemas que el mismo pueblo egipcio, pero en escala mayor. Aprendiendo sobre los dioses en un nivel tan íntimo, los egipcios podían relacionarse mejor con el universo que los rodeaba.
Los antiguos egipcios practicaban un sistema de creencias que era en parte totemista, parte politeísta y parte de adoración a los antepasados. Habían numerosos dioses, pero en vez de vivir aislados en una montaña o en el inalcanzable cielo, muchos de ellos vivían en forma invisible en el mundo de los mortales, actuando a través de lugares sagrados, objetos animales o incluso personas. Es más, los espíritus de los muertos, si eran recordados y honrados, podían ayudar y guiar la vida desde el más allá.